sábado, 8 de noviembre de 2008

VICIOS, PECADOS Y ENFERMEDADES MORALES

CONDESCENDENCIA

El DRAE explica que "condescender es acomodarse por bondad al gusto y voluntad del otro", lo que, aun siendo cierto, deja a un lado toda la carga viciosa de esta acción. La condescendencia viciosa tiene más bien que ver con el paternalismo, la arrogante superioridad de quien transige magnánimamente con la voluntad o deseo del favorecido, como muestra de su bondad (y, de paso, farisaica certificación pública de su santidad y benévola superioridad). Emparentada así con las condescendencia viciosa está la clemencia también viciosa que en palabras de La Rochefoucauld, "se practica unas veces por vanidad, otras por pereza, a menudo por temor y casi siempre por las tres cosas a la vez" (Maximes, 16)


COTILLEO

Cotillear es sinónimo de chismorrear: contarse chismes mutuamente varias personas (DRAE). Es uno de los vicios nacionales españoles más arraigados. Este vicio se imputa tradicionalmente a los colectivos de mujeres y porteras, que según ello tendrían una inveterada afición al chisme, la divulgación de rumores y la insinuación malediciente. Es también característico de las culturas cerradas y del entorno rural en general, y signo de un alto grado de control social. También es endémico en las comunidades de vecinos, donde se inserta en la dinámica de la envidia, la maledicencia y la injuria, muchas veces en pago de ofensas o rivalidades reales o imaginarias. Como el cotilleo se refiere al honor de las personas, es un medio de imputación o de valoración moral (negativa) tendente a señalar una conducta o historial desviante en relación con las normas del grupo. Se caracteriza por un alto grado de subjetivismo, tendenciosidad y animosidad contra alguien: "Chismorrear es cuando oyes algo que te gusta acerca de alguien que no te gusta" (Conde Wilson).
G. Doval aporta al respecto una cita que no deja de tener una moraleja histórica o de calificar el pretendido progreso de la modernidad: "En tiempos de los bárbaros, la gente combatía con hachas. Los hombres civilizados han abandonado el hacha, y ahora luchan con cotilleos" (E. W. Howe, cit. por Doval, 1996, 9)


DILETANTISMO

El diletante es el aficionado, el amateur, que cultiva un oficio o arte sin una dedicación profesional o un reconocimiento gremial para ello. Se le acusa de frivolidad, de heterodoxia, pero en muchos casos es un obvio exponente de libertad y originalidad. Su opuesto es el profesional, recibido y admitido en el corpus, y tutelado como tal en consecuencia. La defensa del diletantismo como la de la polimathía, reconoce en él un espíritu curioso, tentativo y enemigo de las grandes certezas, que con frecuencia encubren errores ciertos.


ECOLOGISMO FUNDAMENTALISTA

Savater, en línea con C. Rosset (La antinaturaleza) [1] y L. Ferry (El nuevo orden ecológico), distingue entre "ecología" y "ecolatría". Mientras lo primero es una defensa y tutela del medio ambiente, del equilibrio ecológico y del desarrollo sostenible, lo último es una perversión –por exageración– del naturalismo: no se pueden poner en un mismo plano los derechos de los vegetales y los derechos del animal que los derechos humanos. Para la perspectiva ecolátrica "lo importante –escribe Savater– no es salvar ciertos recursos o especies naturales que necesitamos, sino humillar al hombre –más específicamente, al hombre moderno y occidental– y ponerle en su sitio, es decir, bien abajo del sabio orden natural al que debe someterse". Hay aquí, como se ve, una cierta misantropía, en algunos casos de origen religioso, una genealogía ideológica patente en la eco-religión devenida culto y castigo a la maldad del hombre urbano.
La denuncia del ecologismo fundamentalista es, además de la de aquella pseudorreligión, la denuncia del peligro del Estado eco-fiscal, con una presión fiscal creciente y una política exponencialmente represiva a las agresiones a la naturaleza, decididas por un grupo de "expertos"; y del estado eco-policial, donde cada uno de nuestros actos cotidianos está tasado, reglamentado y sujeto a la observación del "ojo escrutador que todo lo ve" en materia de agresión medioambiental [2]. Bajo la laudable premisa de que hay que eliminar hábitos de consumo nocivos, la eco-moral, que empezó con nobles fines naturalistas, está llamada a convertirse en una fabulosa instancia de control de nuestras vidas y opciones, y su revolución moral en un régimen panóptico de expertos que deciden lo que nos conviene más allá de nuestros deseos i.e., el Big Eco-Brother. Hay en el ecologismo fundamentalista un motivo romántico-conservador de "vuelta la naturaleza", odio a la artificiosidad de la cultura urbana y de rechazo de la técnica. Cuando esta actitud se asocia al vegetarianismo, a la medicina alternativa, a la political correctness y otras formas de inquisición y censura (lucha contra el tabaco y el alcohol, contra los coches, contra [toda/la] televisión, etc.) entramos ya de hoz y coz en el meollo ideológico del ecologismo fundamentalista: una reacción antiilustrada, antimoderma, sectaria y represiva que esconde bajo el lírico motivo del beatus ille una actitud agraria y regresiva, aunque no deja de tener ilustres antecesores: recuérdese que el bucólico Rousseau fue el mentor ideológico de Robespierre. "El asco de la modernidad, que es de todas las épocas, es quizás la constante más significativa del naturalismo, del que revela el tormento secreto y generalmente no confesado [...]; "la ideología naturalista puede ser así considerada como la ideología religiosa llegada a la edad adulta, encontrando en la idea de naturaleza confirmación y consolidación de sus presupuestos de base" (C. Rosset). Que en el eco-fundamentalismo late un resorte antimoderno parece claro. Lo difícil está en conciliar una política ecológica sensata con un bienestar razonable y consensuado  por los ciudadanos; está bien, como exigencia ética, e incluso como imperativo de eficiencia, preservar la naturaleza para las generaciones venideras, pero este noble motivo ha de limitarse con otro: no imponer al dictado una teoría de las necesidades franciscana ni convertir la defensa del campo en la defensa del campo de concentración.
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[1] El libro de Ferry ofrece una crítica al fundamentalismo ecologista (que aduce en su apoyo incluso posiciones de Greenpeace)
[2] Entre las prácticas de educación ambiental he registrado en Suiza las más singular: la que recoge el imperativo "denuncia a tu vecino eco-remiso"; la posibilidad de que la policía ecológica nos imponga una multa –tras revisar de oficio el contenido de nuestra basura– por infracción de las ordenanzas respecto al tamaño de las bolsas de basura no es una mera posibilidad o un caso ficitico de Fahrenheit-2; fue un hecho realmente sucedido, recogido por La Tribune de Génève en mayo de 1995.

© Jorge Vigil Rubio, Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales


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