lunes, 4 de marzo de 2013

MALENCARADOS Y PUGILÁNIMES: UNA REFLEXIÓN SOBRE LA CRÍTICA.

"La envidia siempre es profeta en su tierra" —David Galloway

"No presten atención a lo que los críticos dicen. Nunca se ha levantado la estatua de un crítico" — Jean Sibelius.

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AVISO A LOS LECTORES:

Dentro de unos días asistirán probablemente a una cascada de comentarios al escrito que a continuación van a leer. Por ese lado, todo bien, mientras se haga valedero el lema que encabeza este blog, que es el de ser un órgano de expresión cultural independiente. Sin embargo, habrá también una serie de comentarios revestidos de una cierta pátina de encono y de veladas alusiones —aunque algunas no tan veladas, como verán—, a menudo insultantes y pretendidamente ingeniosas que no dejan de ser espejo de la petulancia, la prepotencia y la insidia que albergan muchos comentaristas que aquí tratarán de desplegar, con mayor o menor éxito, sus elocuentes diatribas. Verán como se irá caldeando el ambiente hasta el paroxismo y la extenuación verbal. Y ustedes, queridos lectores, se preguntarán: ¿y esto a qué viene? Pues bien. Os lo voy a explicar como pueda, pues hay cosas que, bien por ignorancia o por pura indeferencia, no he investigado ni contrastado lo suficiente como para dar pormenorizada cuenta. Me hago absolutamente responsable de las ideas aquí vertidas.

En caso de que todo lo anteriormente sugerido no suceda, pues mucho mejor, porque entonces seré yo quien incurra en el error de pensarlo. En cualquier caso, reitero mi responsabilidad y mi independencia sobre las opiniones aquí expuestas.

Un cordial saludo. 
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Hay palabras cuyo significado a lo largo del tiempo y uso terminan por decolorarse, perdiendo así toda su primigenia y esencial carga expresiva y activa. Una de estas palabras es "CRÍTICA". 

Etimológicamente esta palabra es una derivación de los términos del griego antiguo: κρὶνω, κρίνειν /krìnô, krínein/ "juicio, discernimiento". La crítica persigue el conocimiento de la verdad y el rechazo de lo falaz a través del análisis riguroso. El criterio desde el que se ejerce la crítica, en principio, tal y como yo lo entiendo, ha de basarse en un conocimiento real de las cosas con el único objeto de discernir lo que de verdad hay en un asunto, poniendo en evidencia lo falso. 

Hoy por hoy, algunos sectores que se consideran críticos, utilizan una metodología bastante sui generis en su ejercicio. Tanto es así, que en el claro divorcio existente entre lo constructivo y lo destructivo, la balanza se decanta casi siempre por esto último. 

La diferencia entre la crítica constructiva y la destructiva consiste en que la primera se basa en un juicio que propone, a través del despliegue de una serie de opciones, el restablecimiento de lo veraz en aras de un desarrollo positivo de la actividad que está siendo analizada. En cambio, la postura destructiva, siendo en según que casos también efectiva, impone un criterio que juzga no el acto, sino a la persona que lo realiza, sin ofrecer una alternativa clara para que esa persona adquiera un conocimiento veraz que le permita reconocer lo erróneo de sus actos. En la crítica destructiva se tiende a identificar el acto con la persona que lo realiza, diluyéndose así cualquier posibilidad de discernimiento y juicio veraz, con lo que la propia metodología destructiva de la crítica se contradice a sí misma en su ejercicio más básico.

El ejercicio de la crítica es un derecho. El de la crítica constructiva, una virtud y, a mi entender, una obligación. El de la crítica destructiva es una opción sí, por su puesto. Pero aquellos que la ejercen desde el parapeto de ese "derecho" fundamental a menudo no entienden, no sé si por incapacidad, o por molicie y falta de voluntad, que también ellos se ponen en el punto de mira cuando lo que pretende ser una crítica deriva en una sucesión de insultos (velados o no), difamaciones (fundadas o no) y soberanas muestras de un narcisismo y egos mal curados (reconocidos o no). Los mismos que, cuando son objeto de crítica con la misma metodología empleada, se ofenden o se sienten faltados al respeto. Me pregunto si, de hacer autocrítica, aplicarían también esa metodología crítica sobre sí mismos con el mismo "rigor" que cuando lo hacen con los demás. Padecen, por otra parte, una crónica confusión: identifican la crítica negativa con la destructiva. Con lo cual, al verse incapaces de discernir, se inhabilitan a sí mismos para ejercer ningún tipo de crítica, puesto que no es precisamente el discernimiento lo que persiguen, sino el desprestigio y la descalificación de la persona.

Me resulta tristemente habitual encontrarme en actos literarios en los que los invitados, por ejemplo, no se hablan entre ellos, algunos por desconocimiento mutuo, otros por haberse visto envueltos en desatinadas refriegas por una simple mala calibración y enfoque en la manera de ejercer una postura crítica, o por un simple comentario jocoso (que todos hacemos, nadie es más puro que nadie), que se torna malintencionado según quien lo reciba. Así, lo que comienza siendo primeramente una divergencia de tendencias ideológicas, necesaria e higiénica, termina por convertirse en un eterno rifirrafe que termina derivando en lo personal en las tripas de un inmenso uroboros de lenta digestión y alta toxicidad.

Con este artículo, voy concluyendo, pretendo no sonrojar ni señalar, sino prevenir al lector por si, vagando por la ingente cantidad de buenos blogs o foros, donde se ejerce una labor responsable y crítica en su justa acepción y aplicación, de repente se encuentran con grandes colecciones de exabruptos a tenor de un comentario al cual, según en qué foros, se le da una importancia capital, rayana en lo paranóico, jalonado de ramplonas y amarillistas argumentaciones que desprestigian por sí mismo el foro en cuestión, con el menoscabo que eso supone para el ánimo del lector y del escritor que tan sólo pretende formarse y no deformarse.

Sólo un último apunte. Aquellos que lean este artículo y se sientan referidos veladamente han de saber que no es mi intención faltar a nadie al respeto, sino mostrar una realidad que debemos cambiar y denunciar, y que el ejercicio de la autocrítica (que yo también ejerzo aunque no me guste), ha de destinarse a avanzar y no a quedarse apeñascado en un risco, graznando cual guirre en busca de otro nuevo pedazo de carroña en el que deleitarse.

Y como órgano de expresión independiente que es este foro, está a disposición de quien quiera ejercer el intercambio de ideas, con argumentos y con respeto, que es lo único que nos hace independientes. Lo demás, es pura basura disfrazada.

lunes, 10 de diciembre de 2012

UNA CARTA

Hace un vago número de muchos meses que me ve usted mirarla, mirarla constantemente, siempre con la misma mirada incierta y solícita. Yo sé que ha reparado en eso. Y como ha reparado, debe de haber encontrado extraño que esa mirada, no siendo propiamente tímida nunca esbozase una significación. Siempre atento, vago y lo mismo, como que contento de ser sólo la tristeza de eso... Nada más... Y dentro de su pensar en eso –sea cual sea el sentimiento con que haya pensado en mí– debe de haber observado mis posibles intenciones. Debe de haberse explicado a sí misma, sin satisfacerse, que yo soy o un tímido especial y original, o cualquier especie de algo emparentado con el ser loco.

Yo no soy, mi Señora, ante el hecho de mirarla ni estrictamente un tímido, ni verdaderamente un loco. Soy otra cosa primaria y diversa, como, sin esperanza de que me crea, le voy a exponer. Cuántas veces murmuraba a su ser soñado: Cumpla con su deber de ánfora inútil, haga su función de mera copa.

¡Con qué saudade de la idea que quise forjarme de usted comprendí un día que estaba casada! El día en que entendí eso fue trágico en mi vida. No tuve celos de su marido. Nunca pensé si acaso los tendría. Simplemente eché de menos mi idea de usted. Si un día supiese este absurdo –que una mujer en un cuadro– sí, esa– estaba casada, el mismo sería mi dolor.

¿Poseerla? Yo no sé cómo se hace eso. Y aunque tuviera sobre mí la mancha humana de saberlo, ¡qué infame no sería para mí mismo, qué insultador agente de mi propia grandeza, al pensar siquiera en ponerme al mismo nivel que su marido!

¿Poseerla? Un día que acaso fuera sola por una calle oscura, un asaltante puede someterla y poseerla, hasta puede fecundarla y dejar tras de sí ese rastro uterino. Si poseerla, poseerle el cuerpo, ¿qué valor hay en eso?

¿Que no le poseyó el alma?... ¿Cómo se posee un alma? Y puede haber uno hábil y cariñoso que consiga poseerle ese "alma". Que sea ese su marido. ¿Quería que yo descendiera a su nivel?

¡Cuántas horas he pasado en secreta convivencia con la idea de usted! ¡Nos hemos amado tanto, dentro de los mismos sueños! Pero incluso ahí, se lo juro, nunca me soñé poseyéndola. Soy un delicado y un casto incluso en mis sueños. Respeto hasta el sueño de una mujer bella.


© Fernando Pessoa, Livro do desassossego, vol. II (versión de António Quadros).
Traducción: Javier Mérida

jueves, 8 de noviembre de 2012

LOS NIÑOS TERRIBLES

Existen casas y existencias que dejarían estupefactas a las personas razonables. No comprenderían que un desorden hecho para durar quince días pueda mantenerse varios años. Ahora bien, estas casas, estas existencias conflictivas, se mantienen perfectamente, numerosas, ilegales, contra toda previsión. Pero donde no se equivocaría la razón es en que si la fuerza de las cosas fuera una fuerza, ésta las precipitaría hacia su fin.

Los seres singulares y sus actos asociales son el encanto del mundo plural que los expulsa. Uno se angustia de la velocidad adquirida por el ciclón en el que respiran esas almas trágicas y ligeras. Esto comienza con niñerías; en un principio no se ve en ello más que juegos.


© Jean Cocteau, Los niños terribles, 1929. (Traducción de Mauricio Wacquez)

martes, 23 de octubre de 2012

LAS CIUDADES INVISIBLES: CLOE

En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen.

Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su hombro, y también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de negro que representa todos los años que tiene, los ojos inquietos bajo el velo y los labios trémulos. Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco; una enana; dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un intercambio de miradas como líneas que unen una figura con otra y dibujan flechas, estrellas, triángulos, hasta que en un instante todas las combinaciones se agotan y otros personajes entran en escena: un ciego con un guepardo sujeto por una cadena, una cortesana con abanico de plumas de avestruz, un efebo, una mujer descomunal. Así entre quienes por casualidad se juntan bajo un soportal para guarecerse de la lluvia, o se apiñan debajo del toldo del bazar, o se detienen a escuchar la banda en la plaza, se consuman encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra, sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos.

Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloe, la más casta de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.

© Italo Calvino, Las ciudades invisibles, 1972

jueves, 18 de octubre de 2012

ÚLTIMO ROUND: LOS AMANTES

¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y le impone los deberes cotidianos.

© Julio Cortázar (1914-1984), Último round, 1969.

lunes, 6 de junio de 2011

LIBRO DEL DESASOSIEGO

La vida, para la mayoría de los hombres, es una carga pasada sin importancia, una cosa triste compuesta de intervalos alegres, algo como los momentos de anécdotas que cuentan los veladores de muertos, para pasar el sosiego de la noche y la obligación de velar. Siempre encontré fútil considerar la vida como un valle de lágrimas: es un valle de lágrimas, sí, pero donde raras veces se llora. Dijo Heine que, después de las grandes tragedias, acabamos siempre por sonarnos. Como judío, y por tanto universal, vio con claridad la naturaleza universal de la humanidad.
La vida sería insoportable si tomásemos conciencia de ella. Afortunadamente no lo hacemos. Vivimos con la misma inconsciencia que los animales, del mismo modo fútil e inútil, y si anticipamos la muerte, que es de suponer, sin que sea cierto, que ellos no anticipan, la anticipamos a través de tantos olvidos, de tantas distracciones y desvíos, que no podemos decir que pensemos en ella.

Así se vive, y es poco para juzgarnos superiores a los animales. Nuestra diferencia de ellos consiste en el pormenor puramente de hablar y escribir, de tener inteligencia abstracta para distraernos de tenerla concreta, y de imaginar cosas imposibles. Todo esto, sin embargo, son accidentes de nuestro organismo fundamental. Hablar y escribir no hacen nada nuevo en nuestro instinto primordial de vivir sin saber cómo. Nuestra inteligencia abstracta no sirve sino para hacer sistemas, o ideas medio-sistemas, de lo que los animales es estar al sol. Nuestra imaginación de lo imposible no es por fortuna propia, pues ya he visto gatos mirar a la luna, y no sé si no la querrían.

Todo el mundo, toda la vida, es un vasto sistema de inconsciencias operando a través de conciencias individuales. Así, como con dos gases, pasado por ellos una corriente eléctrica, se hace un líquido, así con dos conciencias –la de nuestro ser concreto y la de nuestro ser abstracto– se hace, pasando por ellas la vida y el mundo, una inconsciencia superior.

Feliz, pues, el que no piensa, porque realiza por instinto y destino orgánico lo que todos nosotros tenemos que realizar por desvío y destino inorgánico o social. Feliz el que más se asemeja a los brutos, porque es sin esfuerzo lo que todos nosotros somos con trabajo impuesto; porque sabe el camino a casa, que nosotros no encontramos por atajos de ficción y regreso; porque enraizado como un árbol, es parte del paisaje y por tanto de la belleza, y no como nosotros, mitos del pasaje, figurantes de traje vivo de la inutilidad y el olvido.

© Fernando Pessoa (Traducción de Javier Mérida)

lunes, 2 de mayo de 2011

TEXTOS DEL OCASO

La música es el arte más seductivo, el arte que te levanta dejándote donde estás, la música llena su espacio de fuerza y avanza en el tiempo despacio o con gran prisa, a compases duros o demorándose ligeramente, bailando de puntillas,

la música dice lo que tú le digas, todos pueden adorarla, para todo se la puede utilizar pero aún en su traición ella queda siempre fiel a sí misma, música e la libertad o la sumisión, música para la bondad del malo y para la maldad del bueno,

música que sirve o que rige sin diferencias, transformándose como el mítico Proteo, de espíritu a bestia, de carne a piedra, de follaje a agua, dando calor o frío,

moviéndose en el espacio imaginario del empuje del sonido, ora alejándose, perdiéndose, cada vez más distante, ora retornando en contraataque, con un oleaje, como un alud, retumbando,

escalando montes, expandiéndose por llanuras como la luz cuando vence las sombras de las nubes, probando el sabor de las aguas quietas, rompiendo muros, destruyendo torres, partiendo troncos de árboles, juntando montones de flores,

siguiendo al tiempo como el mecanismo de un reloj, segundo tras segundo, o como deteniendo al tiempo en un silencio inmóvil aunque éste se le escabulle de todas formas, el tiempo de la música que es el de un río que fluye, existiendo siempre en la cúspide del instante, subiendo y cayéndose constantemente:

cuando la música termina es como si el tiempo se fuese a descansar sin que por ello cese, es como si de nuevo el espacio lo encerrase y algo incomprensible se hubiera restablecido.

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El poeta se sube a los montones de basura para salvar de allí lo que salvar se pueda: prismas de cristal desechos, espejitos de mano en forma de corazón un poco manchados, restos de bucles cortados, algodón que nunca fue usado, madejas de seda e hilos de lana despedazados y arrollados como gusanos de seda:

cosas gastadas por el uso o muertas, tiradas como sentimientos raídos, jirones de cartas amorosas que preservan aún su olor a violetas, bombillas que se fundieron, tijeras que ya cortaron lo que eran capaces, cucharas de plata que se ennegrecieron, bicicletas de niño que se quedaron pequeñas,

sudor olvidado y dolor abandonado, esperanzas que naufragaron, emplastos arrancados, dientes postizos perdidos, peinetas partidas, sostenes muy usados, cuchillas de afeitar que perdieron el filo, trozos de jabón que resbalaron de alguna mano por última vez:

el poeta encuentra todo esto y tienen deseos de encontrarlo, el destino de un sello o de un repuesto de bolígrafo puede conmoverlo, su ternura se despierta por lo más insignificante o lo más menospreciado, por aquello a lo que todos volvieron la espalda, por todo lo afectado por una falta de amor inmerecida, por todo cuanto cumplió con un deber y se le pagó mal su lealtad,

no es esta una aflicción válida para los arrogantes y demasiado seguros, para los que gastan y despilfarran con la mayor obviedad, los nacidos para sentarse a la mesa servida de la sociedad que ellos creen que jamás ha de cesar de rebosar de abundancia, los que ven en lo poseído la suprema arrogancia del valor humano, los elegidos de la igualdad.

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Había una animal llamado caballo y que tenía caderas como una mujer y patas como una mesa, la crin le coronaba el pescuezo y le reposaba sobre una parte de éste, despeinada, invitando a ser trenzada, pero áspera al tacto, en pacto con el olor de la bestia,

un cerquillo le colgaba en la frente y entre los ojos, tal vez ocultando un lucero blanco, llamado también estrella pero más parecido a una luna medio oculta por las nubes entre los dos ojos protegidos en sus órbitas, grandes como ciruelas y oscuros como agua nocturna,

ojos por los que pasaban sombras de miedo, temor por aquello que el ojo humano no captaba, o presentimientos sobre su suerte venidera, que pasaban también por su piel como súbitos escalofríos,

el viento rotaba en los caracoles abiertos de la nariz y tropezaba con el aliento, creando así un claro dibujo en la atmósfera fría, mientras el ralo pelaje en derredor se emblanquecía de escarcha y se tornaba grueso, como de lana.

Las antiguas leyendas nos hablan de un caballo de ocho patas, doblemente más rápido que los demás, un corcel como el que hubiera deseado un caballero perseguido o como el que hubiera necesitado el labrador de carreta demasiado cargada en un camino escarpado,

pero sólo viendo de lado dos caballos juntos, el uno cubriendo totalmente el otro, puede uno ver ocho patas en rápido movimiento mientras galopan, como ocurrió cuando la silueta negra de aquel coche abandonó la finca en llamas, en un galope salvaje.

© Artur Lundkvist, Textos del ocaso.

domingo, 20 de marzo de 2011

TRÍPOLI

bienvenidos a mi ciudad devastada

no se hagan ilusiones
aquí los hoteles son de arenas movedizas
las camas no tienen sobrenombres
ni amores perdidos entre las sábanas

porque aquí las sábanas son verdes
aquí nos rendimos en verde
soldamos los huesos rotos de nuestros hijos
muertos
con saliva y cardamomo

nuestro idioma es de difícil comprensión
para cualquier genéro indomable de terrícola
y además
contamos con la grata presencia de alá
en todas partes
hasta en la humedad de las toallas

nuestra cocina es inverosímil
por no decir exigua
y a lo que ustedes
estimados comensales
llaman menú
nosotros le decimos
maná

aquí el dinero es de un color oscuro
tremendamente oloroso
y tóxico
tanto
que ni lo tocamos

no se preocupen
siempre tendrán un taxi en la puerta
para llevarles de vuelta al aeropuerto
por si algo o alguien no les convence

lamentamos de antemano
cualquier mentira ultraje robo o asesinato
que puedan ustedes sufrir en otras carnes

garantizamos la seguridad
en la imposible medida de nuestras posibilidades

y por último
me gustaría recomendarles encarecidamente
el museo de historia
donde podrán deleitarse con una hermosa exposición
de grietas y cascotes
escombros en definitiva
de un presente desactivado

aquí está mi mujer
y aquí mis dos hijos
a su eterna indisposición

yo no les he dicho que ustedes venían
entiendan por favor
sus muestras de odio

será por poco tiempo
espero

© Javier Mérida

BUSCANDO A PERSÉFONE



Cayó en mis manos este interesante conjunto de ensayos acerca del uso de enteógenos en las antiguas tradiciones de la India, Grecia y Mesoamérica, su desarrollo y su influencia en los distintos pueblos que los utilizaron para sus cultos mistéricos.

La obra de Robert Gordon Wason constituye una de las experiencias centrales de la cultura antropológica del siglo XX. En 'La búsqueda de Perséfone', él y sus colaboradores continúan la apasionante y rigurosa aventura de poner al día los primigenios misterios eleusinos. Para Gordon Wasson el culto al hongo es la más antigua de las devociones humanas. Los mal llamados hongos alucinógenos -enteógenos, en rigor- están en el origen universal de todas las religiones. Viajero incansable y fulgurante humanista, Gordon Wasson hizo de la micología una rama esencial del saber contemporáneo, uniendo la botánica con la antropología, la mitología con la espiritualidad. De María Sabina a los sabios siberianos, del 'soma' de los arios a la presencia de Eleusis en la tradición clásica, pasando por la última cena de Buda, ésta, 'La búsqueda de Perséfone', constituye una conclusión actual y multidisciplinaria de una labor tan honda como maravillosa.
De Robert Gordon Wasson el FCE ha publicado 'El hongo maravilloso: teonanácatl. Micolatría en mesoamérica' y 'El camino a Eleusis. Una solución al enigma de los misterios', este último en colaboración con Albert Hofmann y Carl A. P. Ruck

miércoles, 5 de mayo de 2010

AQUÍ

MI DIFÍCIL VIDA CON LA MEMORIA

Soy mal público para mi memoria.
Quiere que continuamente escuche su voz,
y yo no dejo de moverme, carraspeo,
escucho y no escucho,
salgo, regreso, vuelvo a salir.

Quiere ocupar mi atención y mi tiempo por completo.
Cuando duermo le resulta fácil.
De día, depende, y eso le molesta un poco.

Me desliza insistente antiguas caras, fotografías,
trata hechos importantes y sin importancia,
pone la mirada en paisajes inadvertidos,
los puebla con mis muertos.

En sus historias siempre soy más joven.
Es agradable, solo que para qué seguir insistiendo en eso.
Los espejos me dicen otra cosa.

Se enfurece cuando me encojo de hombros.
Y, vengativa, me echa en cara todos mis errores,
graves, luego fácilmente olvidados.
Me mira a los ojos, espera a ver qué digo.
Al final me consuela con que pudo haber sido peor.

Quiere que viva ya sólo con ella y para ella.
De preferencia en una habitación oscura y cerrada,
y en mis planes hay siempre un sol presente,
nubes actuales, caminos en curso.

A veces estoy harta de su compañía.
Le propongo separarnos. Desde hoy y para siempre.
Entonces sonríe compasiva,
pues sabe que para mí también sería una condena.


DIVORCIO

Para los niños el primer fin del mundo de su vida.
Para el gato un nuevo dueño.
Para el perro una dueña nueva.
Para los muebles escaleras, golpes, carga, descarga.
Para las paredes claros cuadrados tras los cuadros descolgados.
Para los vecinos de la planta baja un tema, una pausa en el hastío.
Para el coche mejor que fueran dos.
Para las novelas, la poesía – de acuerdo, llévate lo que quieras.
Peor para la enciclopedia y el vídeo,
ah, y para el manual de ortografía,
donde tal vez se explique el tema de los dos nombres:
si todavía unirlos con la conjunción "y",
o ya separarlos con un punto.


AQUÍ

No sé cómo será en otras partes
pero aquí en la Tierra hay bastante de todo.
Aquí se fabrican sillas y tristezas,
tijeras, violines, ternura, transistores,
diques, bromas, tazas.

Puede que en otro sitio haya más de todo,
pero por algún motivo no hay pinturas,
cinescopios, empanadillas, pañuelos para las lágrimas.

Aquí hay un sinfín de lugares con sus alrededores.
Algunos te pueden gustar especialmente,
puedes llamarlos a tu manera,
y librarlos del mal.

Puede que en otro sitio haya lugares así,
aunque nadie los encuentra bonitos.

Quizá como en ningún sitio, o en pocos sitios,
aquí tengas un torso separado
y con él los instrumentos necesarios
para añadir los propios a los niños de otros.
Y además brazos, piernas y una cabeza sorprendida.

La ignorancia tiene aquí mucho trabajo,
todo el tiempo cuenta, compara, mide,
saca de ello conclusiones y raíces cuadradas.

Ya, ya sé lo que estás pensando.
Aquí no hay nada duradero,
porque desde siempre hasta siempre está en manos de los elementos.
Pero date cuenta: los elementos se cansan rápido
y a veces tienen que descansar mucho
hasta la próxima vez.

Y sé qué más estás pensando.
Guerras, guerras, guerras.
Pero incluso entre las guerras a veces hay pausas.
Firmes – la gente es mala.
Descansen – la gente es buena.
A la voz de firmes se produce devastación.
A la voz de descansen se construyen casas sin descanso
y rápidamente se habitan.

La vida en la tierra sale bastante barata.
Por los sueños, por ejemplo, no se paga ni un céntimo.
Por las ilusiones, sólo cuando se pierden.
Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo.

Y por si eso fuera poco,
giras sin billete en un carrusel de planetas
y junto a éste, de gorra, en un torbellino de galaxias,
en unos tiempos tan vertiginosos
que nada aquí en la Tierra llega ni siquiera a moverse.

Porque mira bien:
la mesa está donde estaba,
en la mesa una carta, colocada como estaba,
a través de la ventana un soplo solamente de aire,
y en las paredes ninguna terrorífica fisura
por la que el viento se te lleve a ninguna parte.

© Wisława Szymborska. De Aquí, Bartleby Editores, 2009.